PRIMERA PARTE
Nos encontrábamos en la recámara, tumbados en la
cama viendo televisión. Solíamos aprovechar el sábado para ver las repeticiones
de las series televisivas que nos gustaban y comenzaban a las diez de la noche.
Kevin Spacey, en su rol de presidente de los
Estados Unidos está a punto de orinar sobre la tumba de su padre en el
cementerio...
De pronto escuchamos el timbre de la puerta de
entrada al departamento seguido, segundos después, de golpes suaves y
espaciados de nudillos sobre la puerta. Ema y yo nos miramos a los ojos.
Ninguno quería perder la secuencia de lo que sucedería en ese episodio. La
mirada de Ema se volvió suplicante, me susurró «Alec,
ve tu». Así que me
levanté para ir a ver quién tocaba a la puerta.
Observé por la mirilla de la puerta y pude ver a un hombre, con
pants negros, cabello largo y rizado bajo el cuello; tenía gafas de grandes
aros y miraba despreocupadamente al suelo.
—¿Quién toca?
—¿Es suyo el Automóvil Honda con placas de California?
—Así es ¿Puedo saber quién es usted?
—Mi
Nombre es Tierry Aleixandre, vengo a devolverle algo que olvidó hace un par de
días en el bar Tatum´s. —Metió la mano en el bolsillo de su sudadera, extrajo
un teléfono móvil y lo colocó cerca del visillo. “Es exactamente igual al mío”,
pensó Alec.
Abrí la puerta y le invité a pasar. No entiendo por
qué pero su cara tenía un extraño aire familiar, rostro un tanto duro, tal vez
semejante a Mickey Rourke. Sus ojos ahora le parecían infinitos, profundos,
pupila negra dilatada. Alec le sugirió pasaran a sentarse junto al bar, y se
sorprendió a sí mismo con ese gesto.
El extraño se quitó los grandes lentes y se sentó,
plácido, en uno de los bancos altos del bar. Lo observé, su cara tenía la piel
de un adulto mayor, quebrada en decenas de pequeñas arrugas, quemada por el
tiempo, cuerpo robusto. Si, quizás como Mickey Rourke...
Le pedí el móvil y apenas me lo entregó pude
ratificar que sí era el mío, tenía la muesca en una esquina debida a una caída
semanas atrás. Lo encendí, tenía todos los datos de siempre. El único problema
es que mi móvil estaba hace apenas unos minutos sobre la cómoda de la recámara.
—Permítame un minuto, voy a revisar algo —Dije con
aire de autoridad y me dirigí a la recámara. La cama estaba tendida, no estaba
Ema ni el teléfono sobre la cómoda. El estómago se me hizo nudos y regresé a la
sala. Allí seguía estando aquel extraño cuyo rostro me era familiar.
SEGUNDA PARTE
—Me permití recoger
su móvil después del incidente —comentó en una voz pausada y relajada.
—¿A
qué incidente se refiere? —Por la mente de Alec pasaron vertiginosamente las
imágenes y recuerdos de dos noches atrás, en el bar Tatum´s: un lugar conocido,
una agradable costumbre. El lugar solía estar lleno de humo de tabacos. Esa
noche estaban sentados frente a la amplia y larga barra en la que Alec y sus
amigos tomaban una y otra copas del acostumbrado whisky. Recordó la charla
sobre las mujeres que asistían al bar, el juego de adivinar sus vidas tan solo
con observar sus gestos, su lenguaje corporal, sus miradas. Antes de las once
Mike había ya pagado la cuenta, tras lo cual se dirigieron a la pequeña
estancia de recepción del bar para salir al estacionamiento del lugar. Alec
consultaba su móvil para saber si tenía
mensajes mientras que Mike y Jeff bromeaban sobre las torneadas piernas de la
recepcionista… ahí acababan los recuerdos.
Trató de forzar su mente, de presionarse para saber
y recordar algo más.
—Ya llegó al momento exacto —susurró aquél extraño visitante con una
cara conocida—, ahora es tiempo de ver el video, enciéndalo.
TERCERA PARTE
Alec le miró, esas palabras le
dejaron atónito. Regresó la vista al móvil que sostenía en la mano. Buscó
nerviosamente en la aplicación de videos tomados. La más reciente tenía un
título largo, ininteligible, como solían quedar cuando no se añadía un nuevo
título.
Pulsó en reproducir. La imagen que apareció primero
era la de su propia cara mencionando lo idiota que Jeff se había comportado en
esa ocasión. Acto seguido se levantaron de la barra del bar, Alec parecía no
saber que había seguido grabando con el móvil, los movimientos eran caóticos,
las charlas superfluas hasta que se centraron en la imagen de la recepcionista
del bar y hubo un perfecto zoom hacia las piernas de aquella mujer. Escuchó las
sabrosamente cochinas bromas sobre lo bien torneadas que tenía las piernas; un
último zoom a la cara de aquella chica, su mirada de coquetería. Y de nuevo el
caos de movimientos, sonidos de despedidas, Mike habla sobre su mujer unas
palabras que no se alcanzan a oír claramente. La imagen campaneante del suelo
del estacionamiento, un alto en el trayecto, una voz masculina, ronca, que le
amenaza, los zapatos de aquel extraño, un giro del móvil, lentamente sube la
imagen hacia la cara del individuo y se para la imagen abruptamente con el
sonido de un disparo; el móvil cae al suelo… y se apaga.
Alec, aterrorizado, levanta la mirada del teléfono hasta la cara de
aquel hombre: «Es usted»
Aquel
extraño de cara conocida tan solo sonríe.
—Esto no es factible,
debo estar soñando, arriba en mi cama. —Refutó Alec.
El
extraño se encogió de hombros y dijo:
—Te
maté, pero tú no quieres darte cuenta.
Segundos después, se abrió la puerta del departamento y entraron por
ella Ema y su hermana Virginia, ambas vestidas de negro cubiertas con mantillas
negras y gafas obscuras. Apenas entrar, Ema vio a su alrededor y se rompió en
un mar de lágrimas.
Alec ya no la podía ver, se había convencido de estar muerto.
* * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario